En BIOBIKE nos gustaría añadir que el plan de ayudas es además tedioso, frustrante, caro, humillante, injusto, inconcebible, lamentable, decepcionante e ineficaz.
No creemos que se haya hecho justicia en el reparto de las cargas de trabajo. Las tiendas adheridas a los planes de ayuda hicimos la mayor parte de las tareas administrativas. Y lo hicimos en tiempo y forma. La tarea del Gobierno se limitó a validar una docena y pico de documentos por cada solicitud después de que éstas se enviaran totalmente procesadas. Una validación que apenas lleva más de 5 minutos de trabajo y por la que algunos esperamos respuesta durante muchos meses.
Sin lugar a dudas, el esfuerzo de las tiendas de bicicletas eléctricas ha superado con creces al del Gobierno. Y para justificarlo, también nos vamos a escudar en adjetivos:
Tedioso es perder horas preciosas en aprender un procedimiento enrevesado y sibilino ideado por alguien que parece que nunca ha salido de su oficina para hablar con un profesional del sector. El procedimiento requiere además de conocimientos de ofimática avanzada que muchas tiendas de bicicletas de nuestro país no disponen
Frustrante es cuando los requisitos para la aprobación de las ayudas cambian de la noche a la mañana.
Gravoso fue, para muchas tiendas, tener que transferirle este trabajo a una gestoría.
Humillante es pedirle a un cliente que se desplace por segunda vez a la delegación de Hacienda y a la de la Seguridad Social a solicitar de nuevo los mismos certificados que ya se entregaron en su día y que habían caducado tras haberse amarilleado en una bandeja de algún Ministerio durante medio año.
Tremendamente injusto es que las tiendas hayan tenido que adelantar el dinero de la subvención y que el Gobierno haya tardado en algunos casos, cerca de un año en devolverlo. Esto ha provocado que algunas se descapitalizaran o tuvieran que recurrir a líneas de crédito.
Inconcebible es que iniciativas similares hayan funcionado fantásticamente bien cuando han sido llevadas a cabo por organismos a los que no les asusta el trabajo farragoso como el Ente Vasco de Energía o el Ayuntamiento de Barcelona.
Desesperante es que tengamos que referirnos (de nuevo) a otros países europeos para demostrar que estas iniciativas funcionan perfectamente a nivel nacional cuando hay gente motivada detrás.
Lamentable es que el principal protagonista de esta historia -el usuario de bicicleta- no va a beneficiarse de ninguna ayuda.
Decepcionante es ver que un vehículo que contribuye decisivamente a mejorar nuestra salud y a aumentar la calidad de vida en nuestras ciudades no merece consideración por quienes tienen que velar por nosotros y nuestro medio ambiente.
Ineficaz es aquel a quien le resulta farragoso ocuparse de una mínima parte del procedimiento que él mismo ha creado y no tiene la brillante idea de cambiarlo.
El Equipo BIOBIKE