El país norteamericano vive, al igual que Europa, un auténtico boom de ebikes tras la crisis del coronavirus.
Cuesta imaginar un país en el que la cultura del coche esté más arraigada que en Estados Unidos. Largas distancias, autopistas infinitas y toda una cultura construida alrededor del volante y la gasolina. Pero puede que todo este imaginario esté empezando a quedarse anticuado.
Así lo atestigua, al menos, la noticia que acabamos de conocer. Según los datos de la Asociación de Vehículos Eléctricos Ligeros (LEVA), el país norteamericano importó casi 790.000 vehículos eléctricos de dos ruedas en el pasado año 2021. Por el contrario, en ese mismo año la gente compró 652.000 coches eléctricos, lo que se traduce en una diferencia notable: 138.000 coches menos que bicicletas.
La cifra supone un avance sustancial frente a las bicicletas eléctricas importadas en 2020, cuando el dato se situó en 463. 000, según LEVA. Un boom que muchos expertos achacaron a la pandemia: con el objetivo de hacer más actividades al aire libre que permitieran mantener la distancia de seguridad, fueron muchos los que dieron el paso y se decidieron a comprar una bicicleta eléctrica. Pero vistos los datos, la tendencia está lejos de ser un fenómeno pasajero. Y es que, como bien sabemos en Biobike, quien prueba una bicicleta eléctrica se convence de sus virtudes para siempre.
El viejo continente, por delante
El fenómeno no se limita a Estados Unidos. De hecho, Europa lleva la delantera en este sentido, y esta misma circunstancia de que las ventas de ebikes superen a las de coches eléctricos ya es una realidad. De hecho, y según un estudio de Shimano llevado a cabo en 12 países, uno de cada cuatro europeos elegiría una bicicleta eléctrica urbana como medio de transporte habitual para sus desplazamientos diarios. Otro estudio, en este caso del gigante alemán Bosch, vaticinó que muy pronto, en 2025, una de cada dos bicicletas que se vendan será eléctrica.
Jesús Freire, Secretario General de la Asociación de Marcas y Bicicletas de España (AMBE), señala como principal explicación del auge “el cambio de hábitos por parte de los ciudadanos hacia una vida más saludable, con una tendencia cada vez mayor a la movilidad sostenible y a una mayor actividad física, lo que se ha acelerado con la irrupción de la pandemia de coronavirus”.
En ese progresivo cambio de mentalidad están contribuyendo de manera decisiva los distintos programas de ayudas que las administraciones públicas han puesto en marcha para facilitar la adopción de una movilidad activa por parte de los ciudadanos. “En EEUU, al igual que en muchos países de Europa, se ha apostado por las ayudas directas y los incentivos fiscales a la compra de bicicletas eléctricas, tanto por parte de particulares como de empresas”, recuerda Freire.
“En España estamos a la cola de Europa en materia de ayudas”
En el caso de España, tal y como os contamos en su día en este mismo blog, la Comunidad de Madrid puso en marcha ayudas de hasta 600 euros para bicicletas que no superasen los 4.000 euros. Un amplio abanico de posibilidades para quienes decidieron llevarse una a casa a un precio muy especial. Y, sin embargo, el Secretario General de AMBE lo tiene claro: “En España estamos a la cola de Europa. El IDAE sigue excluyendo a la bicicleta, que es el único vehículo eléctrico que no recibe ayudas a la compra. Es verdad que ha habido casos como el de la Comunidad de Madrid, el Área Metropolitana de Barcelona o Bilbao que han puesto en marcha programas de ayudas, pero es algo que no ocurre a nivel estatal, lo que resulta algo incomprensible”, lamenta.
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